La Guía GEMA para pacientes nos recuerda que el mejor tratamiento para la crisis de asma es evitar que se produzca, cumpliendo bien el tratamiento.
Las crisis o exacerbaciones del asma suelen iniciarse de forma lenta y progresiva. Es menos frecuente que aparezcan de forma aguda.
En los menores de 5 años, es posible, que la crisis evolucione más rápido, en pocas horas. Aun así, suele existir margen de tiempo para una intervención rápida evitando el agravamiento.
Si no se logar evitar y aparece la crisis, su tratamiento dependerá de la gravedad de la misma. Las crisis leves pueden tratarse en casa, pero las moderadas o graves deben tratarse en centros sanitarios.
En todos los casos el tratamiento debe iniciarse lo antes posible, en el domicilio, centro educativo o dónde el niño se encuentre, y luego, si es necesario, acudir al hospital.
Para evaluar la gravedad se utilizan criterios clínicos: frecuencia respiratoria, presencia de pitos en el pecho, intensidad del trabajo respiratorio y otros síntomas. También puede resultar útil conocer la oxigenación del niño, que se determina mediante un dispositivo llamado pulsioxímetro. En las crisis más importantes el niño puede necesitar oxígeno.
Las manifestaciones clínicas de las crisis pueden cambiar mucho de unos niños a otros. Unos comienzan con tos, otros se cansan más de lo habitual, etc.
Normalmente cada niño tienen unos síntomas característicos que hacen sospechar que la crisis se aproxima y que padres tienen que saber reconocer. Por ejemplo, cambios en la tos, aparición de moco en un niño que no lo tenía, que el niño está menos activo, etc.
Niños mayores de 5 ó 6 años, pueden utilizar el medidor de función pulmonar domiciliario, al que se hará referencia más adelante y que ayuda a los padres a saber como está el asma en cualquier momento y lugar.
Los cuidadores entrenados en la detección precoz de las crisis pueden iniciar o incrementar el tratamiento indicado por el facultativo en el Plan de tratamiento para prevenir las crisis.